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A ver si adivinan quién me llamó el lunes pasado.
En realidad no llamó él, sino Rosalba, la estudiante de biología molecular que vino en el helicóptero con nosotros el sábado antepasado. Pero fue para decirme que Roberto estaba en la ciudad e invitarme a comer con ellos si no tenía ya el festivo ocupado.
Aunque lo tenía (tenía boletos para ver a Louis CK) continuaba considerándolo un potencial inversionista con deep pockets para Dixo y acepté. Aún estaba en el celular regalando mis boletos a mi sobrino cuando Rosalba llegó a mi casa en coche para llevarme.
Esta vez la cosa fue mucho más discreta y normal… al menos al principio. Rosalba, que dicho sea de paso es muy bonita, vestía jeans, tenis y suéter como cualquier otra chava de su edad. Manejaba un VW Jetta con bastantes kilómetros. Quizá de segunda mano.
Como la otra vez, al subirme pregunté:
- ¿Adónde vamos?
Como hizo Roberto la otra vez, tan solo me contestó:
- A un sitio súper chido. Si no lo conoce le va a encantar, ya verá.
- Puedes tutearme, ¿eh? No estoy tan viejo.
Juraría que de algún modo me miró sin mirarme con sorna total; llámalo intuición masculina si quieres. U obviedad. Lo que tienen los malditos años. Pero, por supuesto, Rosalba es demasiado educada para ni siquiera dejarlo entrever.
Pasó a tutearme con naturalidad, aunque manteniendo esa distancia apenas perceptible, indefinible, entre una chava que todavía va a la universidad y un tipo que egresó antes de que naciera ella. Putos años, insisto.
Al principio, hablamos de lo típico: el tiempo, las sorpresas que me llevé la última vez que nos vimos —se rió bastante con algunas de mis reacciones— y esas cosas. Pero conforme tomábamos el periférico hacia el norte, me animé a preguntarle:
- ¿Por qué biología molecular?
- "De niña quería ser veterinaria. Ya sabes, lo típico: me gustaban los perritos, los gatitos, los caballos… yo decía que quería ser médico de animales. Luego me percaté de que la biología te da una… visión más global, ¿no? ¿Qué somos? ¿De dónde venimos? Esos rollos...
- ...Eran fantasías. Mis papás son demasiado pobres para permitirse una hija en la universidad. Pero ahora que puedo…"
Rosalba calló unos instantes, mirando al horizonte con las manos en el volante. Yo callé también. Quería escuchar lo que tuviera que decir.
Finalmente hizo una mueca al cielo con la barbilla, como si la Autopista Urbana Norte fuera una pista de despegue y ella manejara un avión en vez de un viejo Jetta. Terminó la frase:
- "…ahora que puedo, quiero llegar lo más alto que pueda. Arriba, lejos del agujero...
- ...No hablo de dinero, aunque nunca viene mal. Hablo de ser algo, de ser alguien. ¿Sabes que de los premios Nobel de Medicina de esta década la mitad no son médicos, sino biólogos, bioquímicos o genetistas?"
- Eso no le gustará ni a mis hermanos ni a mi sobrino.
- ¿Por?
- Un hermano es odontopediatra, el otro se graduó de medicina pero nunca ejerció y mi sobrino hizo medicina en la UP y ahora está en Israel haciendo su residencia en Jerusalem. De verdad apuntas alto.
- Lo que te digo: tanto como pueda. Ya tuve triple ración de no ser nada ni nadie, de ser invisible. Quiero salvar vidas. Por eso tantos premios Nobel. ¿Sabes cuál fue el último premio Nobel mexicano de Medicina?
- "No tenemos ninguno" - le contesté seguro de mi. "Y de Ciencias, sólo uno: Mario Molina, Química, creo que en 1995. Los otros dos son Octavio Paz de Literatura y de la Paz en 1982 creo...
- ...Por cierto, en ese de la Paz, concedido a Alfonso García Robles junto con una Sueca, por la firma del acuerdo de Tlatelolco sobre la no-proliferación nuclear, conozco varios que dicen haberlo ganado también".
- ¿Eh?
- Nada. Bromilla interna. El hecho es que son sólo 3.
- Así es. Ya toca cambiar eso.
- …como dice Roberto, ¿no?
- Sí.
- ¿Puedo preguntarte cómo te ayudó Roberto a salir de ese agujero que dices?
- "Mi papá trabaja en una de sus empresas. De vigilancia. Bueno, la empresa era antes de otros dueños, pero luego se la quedó él. Fue un cambio… de pasar hambre en casa a, por lo menos, respirar. Poco después pidió a todos los empleados que le mandaran las notas de sus hijos...
- ...Mi papá mandó las mías y de mis hermanos. Roberto becó a los mejores y como yo era buena estudiante en la escuela..."
- Ya. Debe ser un jefe muy popular.
- No tienes idea. Pero porque se lo merece.
Reflexioné unos segundos mientras atravesábamos el puente de Lomas Verdes.
Pregunté:
- ¿De verdad, de verdad quiere cambiar México como dice?
- "Dany, Roberto puede vender una centésima parte de lo que tiene e irse el resto de su vida a vivir a un superyate. O podría haberse quedado en Europa, ¿no decían la otra noche que en Europa se vive de lujo?...
- ...Roberto no necesita a México para nada. Puede trabajar desde cualquier parte. Pero está aquí, mojándose el culo con gente como… como yo".
Seguí reflexionando. Por supuesto, hay muchos millonarios mexicanos que podrían vivir en el lugar del mundo que les plazca.
Pero todos basan su fortuna en operaciones mexicanas. Les conviene mantenerse integrados aquí, cercanos al Gobierno y Latinoamérica. Como decía Rosalba, Roberto podría operar desde cualquier sitio.
Si acaso, le interesaría más instalarse en alguno de los corazones financieros globales: Nueva York, Londres, Toronto, Singapur, Shanghai, Tokio, Zúrich, sitios así. Aquí no se le ha perdido realmente nada.
Rosalba añadió:
- Ya sé que cuesta creerlo, Dany. Ya sé que no es lo normal. Pero Roberto no es un tipo normal. Somos casi 130M de mexicanos; algún bicho raro tenía que salir al final, ¿no?
- Oye, y si no quiere meterse en la política como dijo, ¿qué se propone exactamente?
- Eso no sé. Es súper reservado con ese tema, supongo que no quiere que ninguno de los… cánceres que mencionaban la otra noche llegue a oír nada de sus planes. Pero el otro día, en Punta Mita, tuviste que decirle algo que le gustó.
—¿Ah, sí?
—Sí. No ha parado desde entonces. O sea, él nunca para, pero… Para que te hagas una idea, he oído que la factura del combustible de su jet subió más en estos días que en los tres meses anteriores. Casi ni se le ha visto.
—Pues… yo sólo le enseñé una posición de ajedrez que, por lo visto, no conocía. Zugzwang.
—¿Qué?
—Zugzwang. En ajedrez, cuando te toca tu turno, tienes que mover...
—Como en las damas.
—Exacto. Zugzwang significa eso: “obligación de mover”, en alemán. Y en ajedrez se usa para decir que cualquier movimiento que hagas será peor, muevas lo que muevas.
—"Ah, como las elecciones, ¿no?, que votes por quien votes te van a joder y si no votas, también", me dijo riendo.
Reí también, asintiendo con la cabeza.
Cada vez nos adentrábamos más en Lomas Verdes y yo seguía sin tener la menor idea de adónde me llevaba.
[SIGO MAÑANA]
[SEGUIMOS]
[Si no han leído nada hasta el momento, aconsejo leer desde el principio de este hilo]
Volví a preguntar a Rosalba:
—Oye, en serio, ¿adónde vamos?
—¿No te gustan las sorpresas o qué?
—Sólo hasta cierto punto. Soy la clase de persona que es incapaz de tomar el metro sin mirar primero en un mapa dónde está exactamente la parada a la que va.
Rosalba miró de reojo a su celular y respondió al fin:
—Al Nido de Quetzalcóatl.
—Me suena pero no…
—¿Te gustó la casa de Roberto en Punta Mita?
—Obvio.
—Imagina algo parecido pero mucho más grande y de arquitectura orgánica.
—¿También con excusados de jade o…?
Riéndose, Rosalba contestó:
—No, creo que el presupuesto no les daba para tanto. Pero es muy imponente también.
Llegamos a una caseta. De nuevo no nos pidieron identificación: “sólo una revisión de la cajuela". Y llegamos a un arco con una reja de hierro.
Abrieron la reja y en el estacionamiento estaba ya Roberto esperando. Había cambiado el saco Dormeuil Platinum y los zapatos Testoni por unos kakis, un suéter seguramente más barato que un coche y zapatos que parecían cómodos.
Vino a darme la mano con una sonrisa suave, diciendo: —Buenos días, Dixo.
—Buenos días, Roberto. ¡Acabo de darme cuenta que podría haberte traído los libros que te había prometido…! —No te preocupes, ya he estado leyendo yo algo por mi cuenta. Ven, sígueme ¿Café? ¿Té?
Lo seguí por una vereda y llegamos a una construcción absolutamente imponente. No hay palabras para describirla. ¿Se acuerdan de los hometrees de Avatar y Punta Mita? Pues eso. De nuevo.
Van fotos y juzguen ustedes mismos.
En medio del jardín habían sillas y una mesa y ahí tomamos café y en efecto, como ya te supondrás el café era de Pluma Hidalgo en Oaxaca con su sabor intenso y los macarons parisinos, con toda seguridad.
Roberto no dio muchas vueltas. Pidió, como quien pide una recarga en el Oxxo:
—Quiero que me hagas unos podcasts.
Me tomó totalmente desprevenido, así tan a bocajarro, y contesté:
—¡Ah! Bueno, …sí, claro, por supuesto. Pero… ¿qué tipo de podcast? O sea: ¿quieres grabarlo tú?
—No-no-no. No pretendo convertirme en podcastero. Lo que quiero para empezar es un relato, digamos… de ficción pero no muy de ficción. Pegado al terreno, ¿entiendes? En tierra, con la gente. Ficción pero realista. ¿Puedes?
—Claro que puedo -contesté sin entender nada.
Y continué:
- Pero… ¿qué relato quieres contar?
- El relato de cómo cambiar México. Quiero que se vea que México puede cambiar. A mejor.
-Ahá. Bueno, ¿y cómo lo cambiamos? -reviré riéndome, pensando que era una broma.
Roberto tomó un sorbo del aromático café oaxaqueño, sonrió levemente con toda la idea y dijo:
—No sé, dímelo tú.
Sonaba serio. Así que seguí:
—A ver, Roberto, eh… Quiero decir, es estupendo que me des libertad creativa, pero digo yo que tendrás algo en particular en mente, ¿no?
Me interrumpió:
—¿Recuerdas que te dije que México no cambiará si no sale de la gente? Bueno, pues tú eres gente. Dixo es gente. Las voces, quiero que también sean gente. Gente normal, que aporte sus propios matices. Sus voces, tus voces.
Y siguió:
- Nada de rockstars, divas o actores del jet-set tan despegados de la experiencia cotidiana del pueblo como seguramente lo estoy yo.
—Roberto, eso puede ser complicado. De entrada, el guionista con quien escribo todas mis historias ni siquiera es mexicano: es español.
—¿Es bueno?
—El mejor. Ahora mismo estamos escribiendo y produciendo un podcast sobre Mario Flores, un mexicano que se pasó 20 años en un corredor de la muerte en Illinois.
—Pues si ese español es bueno, sabrá meterse en contexto y además aportará perspectiva.
- Ahm… y luego, aparte… Bueno, dirigir a actores o locutores que no son profesionales es complejo…
- Me imagino. ¿Qué pasa? No pensaba que te dieran miedo los desafíos.
—Amo los desafíos —contesté, picado—, pero corremos el riesgo de que salga algo que no te guste.
—Correremos el riesgo, pues —respondió, comiendo una pastita de París—. Y tranquilo: vas a cobrar igual.
—No es por el dinero. Bueno, no sólo por el dinero. En Dixo tenemos un nivel muy alto que mantener…
—Excelente: manténganlo. Luego me pasas la factura y todos contentos.
De repente me entró una ansiedad difícil de explicar. Años bregando para sacar adelante a Dixo, tocando todas puertas, mandando ideas, propuestas, pitches, presupuestos, esperando respuestas, mensajes dejados en visto, mails no contestados, llamadas nunca concretadas…
Y de la nada, Roberto quiere que cree y produzca un podcast, y yo, en lugar de emocionarme, me encojo y casi me pongo en posición fetal. No me reconocía. Así que antes de entrar en modo de pánico, le dije:
—¿Cuándo empezamos?
Pusimos fechas y agendamos una nueva reunión. Comimos en los majestuosos jardines de "El Nido de Quetzalcóatl", acompañado de varias botellas de Château Margaux 1998. Visité por dentro la estructura majestuosa y mi ansiedad se fue evaporando aunque no del todo.
No entendía aún bien qué es lo que esperaba Roberto de mi. No sabía qué podría proponerle. Sólo sabía que llegando a casa llamaría a @lapizarradeyuri en Valencia (aunque lo despierte) para contarle de la aventura en la que nos ibamos a embarcar.
Antes de irme, Roberto me confió:
—¿Sabes por qué sé que harás un gran trabajo? Leí tu hilo en Twitter sobre nuestro encuentro. Y sí, me abriste los ojos. Y no te preocupes, tengo varias ideas para nuestro podcast. Por cierto, tienes mi permiso para publicar esto también.
Ya ha pasado exactamente una semana desde aquel día y estoy más tranquilo. Creo que Toni y yo ya encontramos la trama, la idea controladora y los personajes.
Tiene unos puntos un poco... desequilibrantes y muy muy muy arriesgados.
Podríamos decir que le vamos a abrir los ojos a cierta fauna nada amistosa y podría ser peligroso. Hemos empezado a escribir y la historia fluye. Fluye hermoso. Casi tan hermoso como El Nido de Quetzalcóatl.
Los mantendré informados.
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