Thread by @zolliker

Me quiero desahogar un poco, y pensé en qué no hay mejor lugar para ello, que en twitter.

(Abro hilo)

Neta, neta, neta, ¿qué demonios le pasa a la gente que no es capaz de percibir lo obvio? ¿Qué hicimos mal para que no podamos sacar conclusiones ni de lo que tenemos frente a nuestras narices?

Ayer, después de un laaaaaaargo día de trabajo en el que tuve que entrevistar a varios millenials que -no sé porque razón, parecen odiar todas las oficinas salvo que sean de CoWorking (estilo WeWork)- andan en busca de chamba "urgente", decidí distraerme un poco.

Me quedé, lo confieso, un poco preocupado por el esquema laboral de los jóvenes a quienes no parece importarles un pepino los esquemas de jubilación, ahorro, compra de casas, etc.

En fin, para no desviarme del tema central, les decía que decidí distraerme en algo intenso...

Y para mi, nada más intenso que realizar una actividad no laboral, que odio. Así que efectivamente, decidí ir al supermercado, actividad que no realizo desde hace mucho tiempo gracias a la divinidad del interNerd.

Para no hacerles el cuento largo, más pronto que temprano, me engenté: pasillos estrechos, niños corriendo por todos lados, viejecillas furiosas por la fruta, gente de salchichonería gritando, señoritas que te persiguen con muestras de comida, etc.

Ya sé que mucha gente ama ir al super, pero para los obsesivos compulsivos como yo, es una tarea espantosa tener que enfrentarse a ese disparate. Me arrepentí a los cinco minutos de estar ahí, es cierto.

Total, que decidí largarme cuanto antes. Pero, ¿cómo iba a desperdiciar haber ido hasta allá, meterme a la boca del infierno, presenciar su tufo y salirme así nada más? Entonces, compré lo primero que me vino a la mente que más me urgía: dos costales de comida para mis perros

En chinga, los subí al carrito y me apresuré hacia la zona de cajas. Por suerte, encontré una con poca gente y poco después de que me formé, detrás de mi se formó un fila considerable.

Entonces, mientras reviso mi celular para no interactuar, siento que me tocan el hombro. Se trata de la señora de atrás, queriendo hacer plática. Me señala los costales de comida y me pregunta: ¿tienes perros?

No pude quedar viéndola anonadado. "¿Que le pasa a la gente?", pensé... Entonces, le respondí con algo de molestia, lo primero que me vino a la mente: "No señora, las compré porque estoy por hacer de nuevo, la dieta del perro".

Ante su estupor y silencio, decidí continuar: "La verdad, estoy indeciso de si debo hacerla de nuevo o no, porque la vez pasada, bajé siete kilos pero terminé hospitalizado unos días"

La mujer puso cara de sorpresa y preguntó: ¿Siete kilos?

–Siete, señora, en muy poco tiempo –le respondí–. Es realmente sencilla. Se llena usted los bolsillos con croquetas de perro (de ahí su nombre, le guiñé el ojo) y se come un puñado de croquetas cada vez que le de hambre.

(confieso que me divertía las caras que hacía ella)

–¿Y por eso terminaste en el hospital– me preguntó con sumo interés. –¿Acaso te cayeron mal las croquetas? ¿Te intoxicaron? He escuchado que les ponen cada cosa...

–¡No! –la interrumpe de inmediato –las croquetas no me hicieron ningún daño...

–Entonces, ¿qué te pasó?

En este punto, cabe aclarar que la cajera, la gente de la fila nuestra y muchas de las personas al rededor, nos escuchaban atentamente...

–Pues la verdad, señora –le contesté– me internaron en el hospital porque salí un día a caminar y me agaché a olerle la cola a un bulldog francés en la Condesa y... ¡me atropelló una camioneta!

¡Juro que pensé que el señor que estaba detrás de ella, se iba a infartar por el ataque de risa que le dio!

Y esto, amigues, es un #Cuentweeto en miércoles, basado en un chiste. Espero que hayan leído hasta aquí y ojalá a algunos les haya causado risa.