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Estamos en 1864, en los almacenes del puerto turco de Esmirna. Por describe por primera vez que unas moscas han arruinado varios almacenes de pasas. Son las mismas moscas que hoy revolotean junto a la bandeja de fruta de tu cocina. ¿De dónde han venido?
Parece mentira que hasta 1864 no se describiese que la mosca del vinagre, ‘Drosophila melanogaster’, se reproduce en la fruta. Aunque hoy nos la encontramos alrededor de las vinagreras del restaurante, o asomándose al interior de nuestro vaso de vino, no siempre fue así.
En realidad, las moscas de tu cocina son las descendientes de un grupo de moscas que hace miles de años habitaron un lejano bosque del África ecuatorial.
Los estudios genéticos apuntan a que hace 10.000 un grupo de moscas se habituaron a convivir con los humanos. Luego, sus descendientes colonizaron el mundo siguiendo los pasos de los humanos. Hoy te las encuentras tanto en una cabaña finlandesa como en Tasmania.
En realidad la mosca del vinagre, es una de las especies más conocidas. Es lo que los científicos denominamos una “especie modelo”, y se ha utilizado en miles y miles de experimentos. Nos pueden resultar muy molestas pero la ciencia ha dado grandes pasos gracias a este díptero.
Gran parte del conocimiento que tenemos de nuestras enfermedades genéticas, lo hemos obtenido estudiando estas moscas. Cerca del 75% de los genes humanos vinculados con enfermedades tienen su versión en el genoma de las moscas.
sciencedirect.com/science/articl…
El verdadero “señor de las moscas” fue Thomas Hunt Morgan, quien estableció trabajando con ellas que los genes se encontraban en los cromosomas, aún cuando no se tenía conocimiento del ADN. Ese hallazgo le valió el premio Nobel en 1933.
Uno de sus protegidos, Hermann Muller, ganó otro Nobel en 1946 por descubrir que la radiación de rayos-X inducía mutaciones en las moscas, e incluso llegaba a romper los cromosomas.
En la actualidad las moscas se usan para investigar los mecanismos del envejecimiento, el funcionamiento del sistema inmunitario, la diabetes, distintos desórdenes neurodegenerativos, etc.. Son más frecuentes en los laboratorios que en las cocinas.
sciencedirect.com/science/articl…
A pesar de su importancia, y de todo lo que sabemos de su genética, apenas se sabe nada de su vida en la naturaleza ni su origen. Hasta que hace unos años, un grupo de investigadores de la Universidad de Lund (Suecia) salió en busca de sus orígenes.
Otras especies de ‘Drosophila’ emparentadas con la mosca del vinagre se distribuyen por el África subsahariana e islas geográficamente próximas. Por eso, siempre se ha pensado que su origen se encontraba ahí.
Sin embargo, todos los intentos de buscar poblaciones salvajes en esa región habían fracasado. Todas ellas estaban vinculadas a asentamientos humanos o zonas seminaturales alteradas por los humanos.
El año pasado sin embargo apareció un estudio genético que situaba el origen de la mosca en Zambia o Zimbabue. Es allí donde se ha observado la mayor diversidad genética. Y donde se dirigieron los investigadores. ¿Cómo se hicieron comensales nuestros?
En Zimbabue y Mozambique repartieron trampas en regiones dominadas por praderas arboladas. Un paisaje similar al de las dehesas. Lo primero que observaron es que donde más moscas había era en las zonas donde abundaban las marulas.
¿Qué son las marulas? Yo me pregunté lo mismo. Se trata de un árbol, ’Sclerocarya birrea’, que pertenece a la misma familia que el mango, el pistacho y el anacardo. Como estos produce un fruto, uno fruto esférico de color verde que cambia a amarillo cuando madura y cae al suelo.
El siguiente paso de los investigadores fue comprobar si las moscas tenían afinidad por su fruto. Les ofrecieron trampas con frutos de marula y trampas con algunos cítricos que tanto les atraen en otras partes del mundo. ¿Cuál fue el resultado?
Que las moscas mostraron preferencia por la marula. Curiosos, repitieron el mismo experimento con moscas de poblaciones de otras partes del mundo. Todas ellas se sintieron más atraídas por la marula que cualquier otra alternativa.
Un punto interesante si consideramos que todas ellas habitaban regiones del mundo donde no existen árboles de marula. ¿Qué podía significar eso? Para ellos parecía obvio: su origen estaba junto a la marula.
Así pues, diseñaron un experimento que les ha permitido descubrir la obsesión de las moscas del vinagre por el fruto de la marula. En su tesis, Suzan Mansourian ha descubierto que una sustancia química desprendida por el fruto activa un receptor específico de la mosca.
No es un receptor cualquiera, que informa al animales sobre el sabor, las propiedades, etc… de lo detectado, sino de un receptor vinculado a estímulos reproductivos. Un receptor que les permite identificar un buen lugar donde depositar los huevos.
Es un receptor de alto valor evolutivo. La descendencia del individuo está en juego, de una buena elección dependerá de que los huevos y las larvas se desarrollen y salgan adelante.
Que las moscas de todo el mundo, de Finlandia a Tasmania, pasando por España, dispongan de este mecanismo sugiere que la mosca evolucionó en los bosques subsaharianos y en el árbol de la marula en concreto.
cell.com/current-biolog…
Así pues tenemos que la cosmopolita mosca del vinagre, hoy generalista, fue en su momento una especialista muy selectiva. En realidad, las otras especies de moscas de su grupo se reproducen principalmente en una o pocas especies.
¿Cómo tuvo lugar el cambio? ¿Cómo se hace una especie especialista en generalista y se hace con las frutas de cualquier cocina del mundo? Volvamos a los bosques de marula para buscar las pistas del proceso.
El fruto no es sólo importante para las moscas. Muchos animales de la zona lo consumen. Cuentan que los elefantes son unos adictos a sus frutos, tanto que son capaces de cabecear el tronco para que caigan los frutos al suelo.
Dicen que les pirran los frutos maduros y fermentados, hasta el punto de emborracharse con ellos. Pero no están solos. Cebras, jirafas, facóqueros, kobos, kudus y monos buscan bajo sus ramas el preciado fruto.
No sorprende, pues más allá de su sabor, su cantidad de vitamina C es ocho veces mayor que la de una naranja. Por eso, también es un fruto muy preciado y consumido por los humanos de la región.
Con los frutos elaboran mermeladas y bebidas, que como todas las bebidas humanas tiene alcohol, Con los frutos elaboran el licor Amarula y la cerveza Mukumbi. Para los San y los bosquimanos fue y sigue siendo un fruto muy importante.
En la región, los humanos llevan practicando su consumo desde hace 12.000 años. En el pasado los grupos humanos se dedicaban a su recolección para almacenarlos como reservas que les proporcionaban comida durante meses.
Un sólo árbol puede producir entre 500 kg y dos toneladas de frutos. En cuevas habitadas a finales del Pleistocene y principios del Holoceno, se han encontrado gran cantidad de restos del fruto. En la cueva de Pomongwe se han contado 24 millones restos de frutos.
Los restos arqueológicos en las cuevas del Parque Nacional de Matopos, al sur de Bulawayo, indican que la recolección sistemática y masiva de marula por los San se inició hace 12.000 años y dejó de practicarse hace unos 8.000 años.
Este período de tiempo coincide con el inicio de expansión de la mosca inferido de los estudios genéticos. Los datos genéticos estiman que la expansión demográfica y geográfica empezó hace 10.000 años. ¿Tuvo algo que ver la actividad humana?
Para los investigadores que la expansión de la mosca y los tiempos de recolección del fruto se solapen no es una casualidad.
Sugieren que algunas moscas se atrevieron a adentrarse a las cuevas humanas, y que de esta manera se “autodomesticaron” y se volvieron comensales de nuestras ancestros hasta nuestros días.
Atraídas por la esencia de los frutos almacenados perdieron el temor a adentrarse en espacios oscuros. Las otras especies de ‘Drosophila’ de la región siguen sin aventurarse al interior de las cuevas. Su atrevimiento tuvo una gran recompensa.
Dentro había grandes despensas de frutos que les permitían romper la estacionalidad que el árbol imponía en el bosque. Allí podían reproducirse casi ininterrumpidamente. Además, ahí dentro apenas había depredadores. ¡Vivir con los humanos era un chollo!
De alguna manera las poblaciones se adaptaron a habitar espacios cerrados dejando atrás los espacios abiertos de sus bosques originarios. Estas poblaciones adaptadas a espacios confinados se movieron con los grupos humanos.
En los humanos, encontraron espacios limitados y oscuros pero siempre llenos de alimentos. Adaptarse a nuestros hábitats les permitió alcanzar su cosmopolitismo actual.
Desde Zimbabue la especie se propagó primero hacia el sur, y más tarde hacia el norte, aprovechando aquellos periodos en los cuales el Sahara no era tan árido y los movimientos humanos eran más factibles. Ese movimiento hacia Egipto se ha estimado que tuvo lugar hace 10.000 años.
Se tiene evidencia de que hace 11.000 años en Oriente Medio ya se cultivaban higueras. Así que cuando las moscas llegaron a la región les debió parece jauja. Su distribución quedó restringida a esa zona durante mucho tiempo.

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Los análisis genéticos estiman que no alcanzaron Europa hasta hace poco menos de 1.400 años, posiblemente por su dificultad a sobrevivir a ambientes fríos hasta que alguna mutación les permitió explotar ambientes más frescos.
La llegada a Europa se vincula al imperio Bizantino y sus estrechas relaciones con el mediterráneo levantino, y con la ocupación musulmana de la península ibérica, que expandió los cultivos de uva y cítricos por el sur europeo.
Al centro y norte de Europa parece que llegó mucho más tarde. De hecho, la especie fue descrita por primera vez en 1839 por el entomólogo alemán Johan Wilhelm Meigen, en el puerto de Hamburgo. Antes parece que no había llamado la atención de ningún naturalista.
En 1864, como he dicho, se observaría por primera vez que se reproduce en frutos almacenados por humanos en los almacenes de Esmirna. En 1898 se describió en en tumbas humanas. Hoy la lista de frutas donde se reproduce es infinita.
Siempre se ha creído que el éxito colonizador de la especie dependía de su tolerancia a diferente temperaturas y del hecho de ser generalista. Descubrir que tiene sensores específicos para el fruto de la marula contradice el origen generalista de la especie.
Quedan muchas dudas, ¿qué cambios genéticos permitieron el cambio de ambientes abiertos a ambientes confinados? ¿Qué cambios permitieron dejar de lado la marula para aventurarse a reproducirse en otras frutas?
Se sigue sabiendo poco, o casi nada, de su comportamiento en su poblaciones originales, ni si estas se comportan distinto a las moscas “humanizadas”. Mientras la especie sigue expandiéndose a gran velocidad.
En Nueva York se detectó por primera vez en 1875, en 1915 ya había alcanzado la costa de California. En 1930 se vio en la isla japonesa de Okinawa, pero años más tarde había desaparecido.
En 1980 apareció por primera vez en el archipiélago de las Seychelles. En mucho sitios se ha detectado su aparición y desaparición, que parece demostrar que es una gran colonizadora pero que depende mucho de la actividad humana.
Por si misma parece que no sobrevive fuera de su rango de distribución original. Un mundo sin humanos sería un mundo sin apenas moscas del vinagre.
Se ha llegado a especular que en las zonas templadas las moscas mueren con el invierno y la población entera desaparece, siendo reemplazada por una nueva desde regiones próximas con la llegada de las temperaturas cálidas.
Como ves, sabemos mucho de su genética y se ha estudiado hasta la sopa en el laboratorio, pero el animal que ronda alrededor de tu vaso de vino sigue siendo un misterio. Poco se sabe de él en estado natural.
Cuando veas una piensa en el largo viaje que inició este insecto tan pequeño hace 10.000 años desde el corazón de África. Es una de las muchas especies comensales que nos han seguido por todo el globo, como el ratón doméstico.
Y la lista de animales que llevamos con nosotros de un lado para otro no hace más que incrementar cada año.
Un detalle curioso para acabar (si es que no me callo), las moscas también depositan huevos en los excrementos de muchos animales de la zona. En muchas especies de herbívoros , pero evita los excrementos de los carnívoros.
No lo hace en excrementos de leones ni perros. Al parecer los sensores les permite detectar las moléculas volátiles que liberan las bacterias patógenas de los excrementos de los carnívoros que atacarían sus huevos.
Muchos de las bacterias que evitan son patógenos también para los humanos, así que en fondo, que se reproduzcan en nuestra fruta no es tan mala señal.
Ahora sí, lo dejo, muchas gracias si habéis llegado hasta aquí atraídos por una cosa tan poco atractiva como una mosca del vinagre. ¡Gracias!
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