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Bueno, pues como lo prometido es deuda, allá va un hilo sobre el pensamiento de Jacques Derrida (1930-2004), que podría resumirse como una "filosofía del desplazamiento". Justo ahora se cumplen 15 años de su fallecimiento, y sé que @CarolinaMeloni1 anda preparando algo chulo.
Detrás de esa intensa mirada se encuentra un pensamiento profundo e intrincado sobre la diferencia, la alteridad y la escritura. Aunque es ante todo conocido por un término complejo, "deconstrucción", que aparece en su "De la gramatología".
Esa obra supone un cuestionamiento al estructuralismo (Saussure, Barthes, L. Strauss, Lacan) y su carácter de sistema total-homogéneo, mediante un método que le debe mucho a Heidegger por su "desvelamiento": un mostrar las potencias del concepto, para liberar sus fuerzas
explorando también las ausencias, los huecos y los desplazamientos. También en conexión con Nietzsche ("el sentido es una fuerza"), se exploran los afueras de la estructura y sus otredades. Un gesto que también conecta a Derrida con Deleuze y con Lévinas.
Con Deleuze, por la exploración de la diferencia, aunque en Derrida el sentido de esta se expresa como "differánce" como una dislocación espacial y temporal, pero también textual, como una disonancia, un retraso, una paradoja, una pluralidad de sentidos.
Esta proliferación semiótica se produce en el propio texto (de ahí su obra "La escritura y la diferencia"), y tras una crítica a la cultura occidental como "fonocéntrica". Derrida llega a afirmar que "no hay nada fuera del texto", en un gesto provocador que tb apunta a la vida
como huella, como inscripción, como registro y como eco. Esto nos lleva a su tercera obra de 1967 (año espléndido de Derrida),"La voz y el fenómeno" y su conexión con Lévinas y la "otredad", para criticar la fenomenología de Husserl como parte de una "metafísica de la presencia".
Esa metafísica de la presencia que domina la filosofía occidental y que centraliza la reflexión sobre la realidad en lo que está presente a la mirada, concibiendo así el ser como objeto, y no alcanza a ver o a pensar lo ausente y el ser como "salida de sí hacia lo otro".
Es ahí donde se produce toda una exploración del papel que juega la otredad en la percepción de la realidad (y de uno mismo). Algo que mezcla bien con los conceptos de "huella" y de "differánce": una presencia de lo otro, incluso sin estar presente.
Es esa relación con la huella la que hace que Derrida afirme que "no hay nada fuera del texto". Pero también la que le conducirá a reflexionar sobre uno de mis conceptos favoritos en su obra, el de la espectralidad. Hay tb aquí una conexión con Deleuze y su idea de lo "virtual",
así como se produce un contacto con el marxismo que apunta a una ontología política particular. El aparecer y la significación encuentran una proyección en el plano histórico y político, donde el elemento ético lo sigue aportando la otredad. Mientras que la estética se trabaja
por "La diseminación" y un elemento textual y fonológico que apunta a Mallarmé, pero que tb le servirá a Derrida para poner en cuestión la estructura del psicoanálisis como inconsciente y represión, que ahora se reconceptualizará mediante las nociones de archivo y resistencia.
Mediante estos desplazamientos Derrida está cuestionando el logocentrismo de la cultura occidental y la dictadura del significante (tan presente en Lacan, tb cuestionada por Deleuze). Esa crítica se completa con el recurso al lenguaje como acontecimiento y su referencia
a pragmatistas como Paul de Man o John Searle, de quien toma la distinción de actos de habla ilocutivos (de pura designación) y perlocutivos (aquellos que "hacen algo", que son performativos). Estos actos de habla son acontecimientos del lenguaje que abren la indagación
sobre distintas experiencias humanas y sociales como la promesa, el don, la sentencia, la muerte o la mentira. Acontecimientos literarios que tendrán plena realidad temporal dentro de un archivo de la experiencia en el que el pasado y el futuro actúan sobre el presente.
De esta forma, Derrida ha ido construyendo todo un aparataje teórico que le va a permitir reformular los supuestos de la metafísica no basada ya en la presencia e inmediatez del ser a sí mismo sino en la huella de su ausencia, y que prescinde de nociones básicas
como "esencia", "sustancia", "sujeto", "objeto" o "naturaleza", así como de la aspiración a una agrupación por categorías y principios con un "origen" y un "fin". Se trata más bien de la práctica constante de este desplazamiento a partir de la polisemia del texto,
explorando el "subyectil" deconstructivo motivado por una "differánce" inaprehensible que no sería ni teología negativa, ni simple desmontaje estructural, ni crítica por parte de un sujeto (puesto que la deconstrucción es impersonal y autónoma), ni un método, sino
precisamente Acontecimiento. Esto le conecta de nuevo con Deleuze("Lógica del sentido") y a ambos con Heidegger y su conferencia tardía sobre "Tiempo y ser", en la que reflexionaba sobre el "Ereignis", precisamente como irrupción trascendental y fenomenológica del acontecer.
Aunque no dejará de haber un componente de inefabilidad (la deconstrucción como "experiencia de lo imposible"), este proyecto ontológico se aplica cada vez más sobre aspectos políticos, éticos y prácticos sin dejar de concebir el tiempo como alteridad y como pura différance.
Así como para pensar el presente como "don", como irrupción de lo otro y como salida de sí hacia lo otro, como juego de afecciones temporales en diferido y nunca del todo presentes (ni nunca del todo ausentes), como cuando Lacan dice que el amor "da lo que no tiene".
Una especie de relación o intercambio imposible del tiempo consigo mismo siempre como retraso o pro-yección que cobraría sentido en su relación con la muerte, que en su relación con el texto y el habla aparece como silencio, como secreto y como misterio.
Se abre entonces una doble vía en Derrida, una casi mística como aparece en su "Khora", y otra más política pero relacionada en su "Fuerza de ley", que luego le conduce al ya citado "Espectros de Marx" y al papel social de la justicia y la solidaridad.
Finalmente, todo ello se reagrupa como ética y política en su "Políticas de la amistad" para de alguna forma cerrar todo su tránsito filosófico con una reflexión sobre las relaciones de proximidad y cantidad, sobre el pueblo, la nación y el Estado.
Pero siempre con un horizonte de temporalidad ("no hay amigos sin el tiempo") y desde el marco de la fraternidad. Una obra que resume varias de las inquietudes de Derrida con la intención de ofrecer un proyecto ético de comunidad.
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