Steven Levitsky y María Victoria Murillo han estudiado como pocos las instituciones políticas latinoamericanas, los regímenes autoritarios y las transiciones democráticas. En este artículo advierten sobre los peligros del golpismo. Algunos comentarios. nytimes.com/2019/11/26/opi…
En resumen, la premisa del artículo es que los golpes militares rara vez producen transiciones democráticas exitosas. Aprovechan los acontecimientos recientes en Bolivia para ilustrar su teoría. A continuación haré unas observaciones al respecto y sobre Venezuela.
Según Levitsky y Murillo, aquellos pocos casos en los que la remoción de un gobierno por militares es seguida por una transición democrática casi siempre correspondían a "dictadores establecidos". Esta categoría la distinguen de la de "populistas con tendencias autoritarias".
Ahora bien, ¿Evo Morales es un dictador establecido o un populista con tendencias autoritarias? En otras palabras, ¿su régimen era híbrido o completamente autoritario? Admito que este es un punto sobre el que a duras penas habrá consenso académico.
En mi opinión, el de Morales sí califica como régimen autoritario, por esta razón. Intuyo que Levitsky y Murillo en cambio lo ven como híbrido.
A diferencia de Bolivia, nadie que no tenga compromisos con la extrema izquierda o con los aliados geopolíticos del chavismo negaría que Venezuela es un régimen autoritario.
Es llamativo que entre los ejemplos de "dictador consolidado" referidos en el artículo está Pérez Jiménez. ¿Es el chavismo menos autoritario que el perezjimenismo? No, y no creo que Levitsky y Murillo piensen lo contrario.
No importa que el chavismo sostenga elecciones para simular que es democrático. Levitsky, coautor de "Cómo las democracias mueren", entiende mejor que nadie que eso es pura fachada.
Advierten los autores que, tras un golpe, el gobierno resultante debe enfocarse únicamente en "forjar consensos en torno a reglas democráticas y a convocar elecciones limpias".
Añaden que esto es raro porque los gobiernos nacidos por golpes, sobre todo cuando deponen a líderes populistas, suelen ser revanchistas: desmantelan rápidamente las políticas de su predecesor y persiguen a sus cabecillas implacablemente, lo cual polariza y desestabiliza.
Como ejemplo, Levitsky y Murillo se refieren al perfil reaccionario de Jeanine Áñez y compañía, los señalamientos judiciales contra algunas figuras del evismo, el decreto de impunidad militar y los repudiables excesos represivos en Cochabamba y otros lugares.
Pero el artículo omite otra cara de la transición boliviana. El más importante de ellos es que no se ha perseguido al grueso del evismo. De hecho, su mayoría parlamentaria negoció con la ex oposición a Morales un acuerdo de elecciones libres.
Tampoco se menciona que, a pesar de sus viejas proclamas racistas, Áñez ha tomado medidas de reconciliación y pluralismo, como la orden de que se respete en instituciones públicas los símbolos indígenas bolivianos.
Volvamos a Venezuela. Creo que las advertencias de Levitsky y Murillo deben ser tomadas en cuenta para cualquier hipotética transición democrática. En efecto, la oposición no tiene poder suficiente para producir un cambio absoluto e instantáneo sin comprometer la estabilidad.
Es poco realista suponer que se podrá desmantelar de la noche a la mañana todas las estructuras políticas, económicas y sociales del chavismo y castigar a absolutamente todos los integrantes de la elite actual. No va a ocurrir.
De hecho, algo parecido ya se intentó... En 2002. El resultado fue la alineación de factores de poder indispensables para estabilizar la transición, y el regreso de Chávez a Miraflores en solo dos días.
Sin duda, como en toda transición producida por un quiebre de elites, habría perdedores que no podrían separarse del poder sin consecuencias personales. En el caso boliviano, el gran perdedor ha sido Morales, exiliado y amenazado con ser procesado si regresa.
También, sin duda, cualquier transición venezolana requeriría de algunos cambios inmediatos que rompan con las políticas chavistas. Cambios económicos, principalmente. Pero cuando se lleven a cabo, será importante contar con políticas que aminoren impactos sociales indeseables.
