A una religiosa anciana en su lecho de muerte se le apareció el diablo, con la firme intención de hacerla desesperar de su salvación trayéndole a la memoria todos los pecados de su vida pasada.
- ¡Dentro de poco serás mía para siempre y estarás conmigo toda la eternidad! Toda tu vida está llena de pecados, ¿lo recuerdas?
- No, no recuerdo tener ningún pecado en toda mi vida, la verdad.
El diablo estalló a carcajadas.
La religiosa le miró con una sonrisa aún mayor.
- Qué va. Te aseguro que no tengo ningún pecado.
El demonio arremetió con furor.
- ¿Ah sí? Yo conozco tu vida. Sé las veces que has pecado de ira, soberbia, pereza, envida, lujuria...
Y soltó una estruendosa carcajada que hizo retumbar las avernosas cavernas del infierno.
Para su sorpresa, la monja empezó también a carcajearse con él.
El diablo se quedó pasmado. Él sabía perfectamente cuando alguien mentía, y al oír a la monja inmediatamente supo que no estaba mintiendo. Estaba absolutamente desconcertado.
- ¡Es imposible! ¿Cómo puede ser que no tengas ni un solo pecado?
- ¡Porque Jesús se los llevó todos ayer cuando me confesé!