Había sido una larga navegación desde Callao, Perú, pero finalmente, el HMS Beagle alcanzaba el archipiélago de las islas Galápago. Era el 15 de septiembre de 1835. 
El barco explorador inglés se acercó al conjunto de islas con la intención de realizar trabajos de sondeos y cartografía, de aquellos lugares remotos de los que apenas se tenía información.
La expedición española Malaspina había llegado a la isla en 1790 pero sus registros y trabajos nunca se publicaron, con lo cual el lugar seguía siendo un lugar ampliamente desconocido.
Desde su descubrimiento oficial, tres siglo antes de la llegada del HSM Beagle, por Fray Tomás de Berlanga, obispo de Panamá, en marzo de 1535, la isla fue catalogada como lugar feo, árido e infértil.
Las islas causaron, en los primeros navegantes que alcanzaron sus costas, la sensación de haber desembarcado en un lugar arcaico y misterioso.
Por ello, en 1546, el capitán Diego de Rivadeneira, las bautizó como “las Islas Encantadas”. Un nombre debido al efecto visual que hacia que las islas aparecieran y desaparecieran al navegar a su alrededor.
Las corrientes de la zona, la persistencia de sus niebla, y su despiadada geografía, les confería el aspecto de un comentario de islas móviles sobre las espaldas de unos galápagos gigantes.
En 1854, Salvator R. Tarnmoor, publicó un libro con su nombre: “Las Encantadas”. En realidad era el pseudónimo del escritor norteamericano Herman Melville que se haría famoso por Moby Dick.
La obra abre: “Pues esas mismas islas que surgen de vez en cuando no son tierra firme, que no tienen un punto fijo, sino que flotan de aquí para allí, por el ancho mar, por eso son llamadas las Islas Errantes;…
…por eso evítalas, pues a menudo han huido a muchos navegantes en el más mortal peligro y en desesperado trance; pues cualquiera que una vez haya puesto allí su pie nunca puede recobrarlo y se queda eternamente desorientado e inseguro”.
Melville había visitado las islas a bordo de una compañía ballenera años antes. Con la llegada de la Revolución Industrial y un menor poder español en Latinoamérica, la actividad en las islas cambio.
De ser un buena base para los piratas ingleses desde donde atacar el continente americano, pasaron a la formar parte de la red ballenera de la época. Había una gran demanda de aceite de ballena.
Buques ingleses y norteamericanos explotaron el potencial ballenero de las islas, provocando un gran declive de los cetáceos en sus aguas, así como de los leones marinos que abrazaron la extinción.
También las tortugas que fueron cazadas principalmente como alimento para los propios marineros y balleneros. De sus cuadernos de abordo se estima que mataron unas 15.000 tortugas entre 1811 y 1844.
Cuando el HBM Beagle avistó sus costas en 1835, el archipiélago hacia poco que se había incorporado a la nueva República de Ecuador, precisamente en 1832. En el barco viajaba un joven Charles Darwin.
Su paso por las islas engrandecería aún más el aspecto místico de aquellas remotas islas, pues de su mano se convirtieron en el símbolo de una de las más grandes revoluciones de la ciencia.
De su paso por allí, el nombre del archipiélago quedado vinculado a la teoría de la evolución. Aquella parada en el viaje del HBM Beagle de no más de cinco semanas las encumbró.
Un hecho sorprendente teniendo en cuenta que en su revolucionario libro “El Origen de las Especies”, los datos recogidos en las islas no se mencionan más que en dos secciones.
De las cinco semanas que estuvieron en el archipiélago, Darwin piso tierra 19 días, en sólo cuatro de las doce grandes islas: San Cristóbal, Floreana, Santiago e Isabela.
Una corta visita, pero que se ha popularizado como el lugar donde Darwin empezó a plantearse la teoría de la evolución, uno de los hitos que llevó a la secularización del pensamiento.
Antes de la publicación de El Origen de las Especies, en 1859, no había una buena respuesta alternativa al origen y diversidad de la vida. La única respuesta era la creación divina.
La idea darwinista supuso una ruptura con la idea de la creación y aceleró la secularización de parte de la sociedad occidental, y sobretodo de su pensamiento intelectual.
Las islas Galápagos son consideradas como el lugar donde despertó la revolución intelectual que aceleraría la secularización de la sociedad.
A ello contribuyó el Biological evolutivo Julian Huxley, quien fuese el primer director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
Julian Huxley, era nieto de Thomas Henry Huxley, un gran defensor de Darwin a quien se le atribuye que preguntado sobre el origen del hombre por un obispo respondió:
“Prefiero descender de un simio antes que de un obtuso como usted”. Julian escribió años más tarde que fueron las curiosas plantas y fauna de las Galápagos las que convencieron a Darwin de la evolución de las especies.
Se menciona su paso por las islas como un momento Eureka, pero esta narración cuadra poco con la poca importancia que tiene el archipiélago en su obra.
Si las observaciones y pruebas recogidas allí hubiesen resultado tan relevantes, hubiesen tenido una mayor presencia en el libro. Es obvio que las islas proporcionaron a Darwin con pistas necesarias para desarrollar su teoría.
Pero el desarrollo de la misma, no fue un momento Eureka, sino un proceso largo de más de 24 años de investigación y pensamiento.
La evolución no se le presentó como una visión durante esas cinco semanas, sino que fue una larga reflexión sobre sus numerosas observaciones y nociones de zoología, una vez de vuelta en Gran Bretaña.
En su introducción de El Origen de las Especies, Darwin admite la influencia de aquel viaje, especialmente su paso por Sudamérica:
“Cuando estaba como naturalista a bordo del Beagle, buque de la marina real, me impresionaron mucho ciertos hechos que se presentan en la distribución geográfica de los seres orgánicos…
…que viven en América del Sur y en las relaciones geológicas entre los habitantes actuales y los pasados de aquel continente. Estos hechos, como se verá en los últimos capítulos de este libro,…
…parecerían dar alguna luz sobre el origen de las especies, este misterio de los misterios, como lo ha llamado uno de nuestros mayores filósofos”.
No hace referencia directa en la introducción a las Galápagos, sino a América del Sur y las diferentes islas que visitó, fue esa visión general de la distribución de las especies lo que condujo a cuestionarse su origen.
Hubo una cosa que sorprendió mucho a Darwin de las Galápagos, la diferenciación de algunas especies entre islas a pesar de que consideraba que el paisaje de las islas era igual entre ellas.
Las ideas por entonces, sobre la evolución, eran que las especies “encajaban” con sus ambiente. Por eso le sorprendió encontrar cosas diferentes en ambientes similares.
En sus escritos hace mención a que algunos españoles que habitaban las islas le habían comentado que eran capaces de reconocer el origen de una tortuga con sólo ver la forma de su caparazón.
Darwin reconoce no haberse fijado en ello, pero junto a los comentarios de los nativos, anota la “posibilidad de la inestabilidad de las especies”. ¿Pueden variar en una distancia tan corta?
Uno espera que si se hubiese percatado en ese momento de la importancia de aquella pregunta, hubiese sido más cuidadoso con sus observaciones y registros, pero no fue así.
La información de las tortugas le fue revelada en la segunda isla que visitó, pero no recogió material para su colección en ninguna de ellas.
Se llevó dos tortugas pequeñas vivas como mascotas para el buque, y arrojaron por la borda los caparazones de 30 tortugas que cazaron para alimentarse durante esas cinco semanas.
Las tortugas no quedaron vinculados a Darwin, a pesar, de esas anotaciones, pero si lo hicieron los pinzones, unas pequeñas aves de 10-20 cm que son hoy un ejemplo de diversificación y evolución de las especies.
Hoy conocemos 15 especies de pinzones de Darwin. El propio Darwin capturó para la colección del HMS Beagle varios ejemplares de pinzones, pero no apreció sus variedades.
Tenía aún poca experiencia como zoólogo, de manera que asignó a los pinzones de cada isla, a diferentes géneros e incluso familias. Las diferencias de sus picos le llevó. Pensar que eran animales muy diferentes.
Esa confusión impidió que en ese momento se plantease cómo se habían diferenciado, pues les suponía a todas ellas un origen diferente, y no una diversificación.
Pero la cosa cambió cuando llegó a Inglaterra en octubre de 1836. En enero de 1837 entregó la colección de aves y mamíferos a la Zoological Society de Londres.
Ahí, el ornitólogo John Gould, le advirtió de la diversidad de los pinzones. El experto zoólogo supo ver que los picos eran modificaciones secundarias pero que el resto del cuerpo eran prácticamente iguales.
Todos los pinzones pertenecían al mismo género, especies muy próximas las unas a las otras, e incluso llamó la atención a Darwin sobre la cantidad de especies en la región y su relación con el continente.
Fue a partir de ese momento que Darwin se interesó por saber a que isla pertenecía cada especie, tuvo que recurrir a los marineros del Beagle para que le asignaran la localidad de origen de cada uno.
Aún así, muchos estudiosos de la obra y pensamiento de Darwin, dudan que los pinzones contribuyeran mucho en el desarrollo de su teoría.
Los pinzones no aparecen mencionados en ninguna de sus cuatro libretas tituladas “La transmutación de las especies” que escribió entre 1837 y 1839.
Tampoco en la “Libreta Roja” que escribió en verano de 1837 que contiene las primeras especulaciones sobre la transmutación de las especies.
De hecho, un factor clave en la maduración de sus primeras ideas evolucionistas, no fueron los pinzones sino los anfibios. No porque trabajara con ellos sino porque le sorprendió su ausencia.
En todos los archipiélagos volcánicos le llamó la atención que no hubiese ni ranas ni salamandras. No los había en las Galápagos. Ni en las Canarias. Ni en Cabo Verde, ni en Hawaii ni en San Jago ni en la isla de Santa Helena.
Todas las islas volcánicas tenían reptiles, pájaros y mamíferos, pero no había en ninguna de ellas anfibios. Con la ayuda de Gould llegó a una conclusión:
Las especies de las islas se parecían a las especies del continente más próximo. Los anfibios no llegaban porque no toleraban el agua salada, pero el resto de animales si que lograban superar la barrera del mar.
Una vez llegaban a una isla, las especies empezaban a diferenciarse, con el tiempo y el aislamiento, la especie del continente y la isla eran distintas.
Fue constatar aquellas diferencias en la distribución de las especies lo que hizo plantearse como variaban las especies a partir de un mismo origen.
En esos primeros escritos sobre el cambio de las especies, el modelo de los pinzones no cuadraba con sus ideas, pues Darwin pensaba que la diferenciación se daba sobretodo por el aislamiento geográfico de las especies.
Eso explicaba que la fauna en las islas y los continentes fuese distinta, pero cómo encajaban los pinzones en la historia, aquella idea no lograba explicar porqué eran tan distintos en islas tan próximas y similares.
Aún no había llegado a pensar en la competencia entre individuos como fuerza selectiva. Fue en 1844 cuando empezó a plantear que las interacciones entre individuos podía explicar las diferencias.
En un ensayo de 1844 imagina que se origina una nueva isla en medio del océano, y como esta poco a poco es colonizada por un ave que llega desde el continente. Ahí se adapta a las nuevas condiciones de vida.
Pero una vez asentada y adaptada, ya distinta del ave original, imagina que llega una segunda oleada de migraciones de la misma especie, pero ahora las condiciones de la isla han cambiado.
Ya no está desierta, sino habitada por otros individuos que han cambiado las condiciones para los que ahora llegan, de manera que se adaptarán a unas condiciones diferentes a las de la primera oleada.
La selección natural mediante la competencia aparece esbozada en este modelo teórico de 1844, Darwin había desembarcado en las Galápagos en 1835. Finalmente publicaría su libro en 1859, presionado por Alfred Russel Wallace que estaba desarrollando una idea similar a la suya.
El título del libro fue: “El origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida”.
Darwin se encargó de que “la lucha por la vida” apareciese en el título, no quería dejar sólo “en por medio de la selección natural”, para evitar que se interpretara en términos teológicos atribuible a una divinidad creadora.
Como él mismo temió durante los años que estuvo preparando, el libro no fue bien recibido, pero los numerosos ejemplos que presentaba y su reputación como naturalista, hizo que la obra se tomase en serio.
En ediciones posteriores se dedicó a modificar los textos para responder a los críticos de su obra, cediendo incluso a algunas de ellas.
De las 4.000 frases que tenía la primera edición, sólo unas 1.000 quedaron sin alterar en la última. De hecho, la primera es la que se acerca más a la teoría de la selección natural aceptada hoy en día.
Curiosamente, en todo el libro, los pinzones no son mencionados ni una sola vez. Las Galápagos sí que aparecen en un par de capítulos, como ejemplo de islas volcánicas.
De hecho los pinzones quedaron en el olvido durante más de medio siglo hasta que se les bautizó como los “pinzones de Darwin” en 1936.
En 1957, el ornitólogo David Lack escribió el libro “Los pinzones de Darwin” donde incluía detalles sobre la adaptación de sus picos a los modos de alimentación, observaciones que Darwin nunca hizo,…
…promoviendo la idea de que aquellos pájaros fueron los que habían dado a Darwin la pista de la evolución.
Como bien explica @ulisesbalza en su recomendable hilo, que ha motivado este, gustan las ideas simples y los momentos de inspiración frente a años de recogida de datos y de pensamiento.
Muchas gracias por el viaje hasta aquí abajo!!
