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Oriol Querol @OriolQF
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¿Os acordáis de la misteriosa esquela del hombre que había “dejado este mundo sin haber aportado nada de interés”? He encontrado algo, una especie de cápsula del tiempo, que demuestra que eso no era verdad. Hagamos un viaje, hacia el mejor verano de su vida.⬇️
La esquela se publicó el 8 de febrero. La versión catalana tenía un texto diferente: “ha muerto (...) sin haber modificado demasiado el mundo que le rodeaba”. La historia se hizo viral.
El programa @islandiarac1 entrevistó a dos familiares del muerto. Dijeron que fue Emilio quien dejó escritas las esquelas. Contaron que había fallecido de neumonía. Que vivía solo desde que falleció su madre y que su padre había muerto con la División Azul, al lado de los nazis.
Explicaron también que Emilio fue químico de profesión. Que tenía una malformación en los huesos -era jorobado-, y que por eso vivió siempre encerrado en casa y en sí mismo. Que era muy inteligente y culto. Y la cosa terminó ahí.
Bien, pues meses después, y como hago de vez en cuando, me pasé por los Encants, en Barcelona. Es uno de los mercados de antigüedades más viejos de Europa y hay una cosa de este lugar que me fascina: el proceso que siguen los objetos hasta llegar allí.
En muchos casos funciona así: una persona que vive sola muere. Los familiares le encargan vaciar el piso a un profesional, que vende todo a un anticuario. Este crea un lote y lo lleva al mercado. Hay una subasta y los comerciantes pujan por los lotes, que luego venden por piezas.
Una vez hablé con un vaciador de pisos. Me contó que en ocasiones algunos familiares le llaman desde el hospital, nada más morir el familiar. Y que incluso una vez le pidieron que vaciara un piso con el cuerpo todavía presente.
Total, que a menudo todo el género de un puesto proviene del mismo piso. Son cápsulas del tiempo de veinte metros cuadrados en las que se amontonan recuerdos e historias de toda una vida. Luego, en unas horas, todo desaparece troceado y vendido al mejor postor.
Precisamente uno de esos puestos me llamó especialmente la atención. Este. Era muy completo. Tenía de todo: cuadros, libros, discos, aparatos de radio, de video, magnetófonos, cintas, un sombrero de copa, postales, revistas, objetos religiosos...y muchos papeles.
Consultando algunos de esos papeles, enseguida apareció un nombre: Emilio Miró Paniello. Allí mismo, y por curiosidad lo metí en Google y… ¡boom! Con la primera entrada enseguida encontré la esquela y até cabos. Y claro, mi interés se multiplicó por mil.
Tenía ante mí los objetos personales del misterioso hombre de la esquela. No había duda. Y no podía desaprovechar la oportunidad de averiguar más. Escaneé todo el inventario, buscando un artículo que mereciera especialmente la pena ser inspeccionado. Pero es que había cientos.
Había objetos relacionados con su profesión de químico.
Montañas de cintas de vídeo con varias películas en cada una de ellas.
Aparatos de todo tipo.
Muchas carpetas. Parece que Emilio tenía una obsesión por la documentación y la clasificación. Tenía archivos de todo tipo. Recortaba artículos de prensa, los fechaba, los agrupaba con cinta adhesiva y los clasificaba. Como este dossier sobre los juegos de Barcelona 92.
También conservaba toda la documentación (programas, papeletas, artículos) de todos los procesos electorales de su vida, perfectamente archivados.
Incluso había un ordenador portátil prehistórico.
Pero entonces, me fijé en un artículo en concreto. Un montón de papeles mecanografiados esparcidos por el suelo.
Enseguida me di cuenta de lo que era: el diario personal de Emilio. No me lo podía creer. Si en algún lugar podían encontrarse respuestas al misterio de este personaje, era en esas páginas. Lo compré.
Antes de irme, escuché una conversación entre el vendedor y un cliente, un hombre de unos cincuenta y pico. Le interesaban sobretodo las radios o los magnetófonos, y finalmente compró uno de ellos. Le pregunté por qué.
Me contó que trabajó hace tiempo como reparador de televisores. Ahora compra aparatos antiguos para arreglarlos cuando se jubile. Como el magnetófono llevaba puesta una bobina, le pedí el contacto. Si algún día lo reproducía, me interesaba saber el contenido de la grabación.
Me fui a casa y me puse manos a la obra. Como el diario había provocado interés entre varios visitantes, las hojas habían quedado escampadas. Las había juntado al comprarlas, pero era un caos. Estaba todo mezclado, con hojas escritas a mano y otras mecanografiadas.
Por suerte, Emilio había sido muy meticuloso en la numeración, así que con un poco de paciencia, era posible ordenarlas. Al fin, lo conseguí. En total, 280 hojas con 560 páginas escritas entre el 13 de octubre de 1960 y el 27 de diciembre de 1962. Tenía 20 años. Vamos allá.
Las primeras páginas están escritas a mano. En ellas Emilio anticipa los temas que tratará. Uno de ellos es la actualidad, como las elecciones que están a punto de celebrarse en EEUU: Kennedy vs. Nixon. JFK sería elegido presidente a los pocos días y asesinado a los dos años.
También habla de la actualidad deportiva. Aquí escribe mientras en la radio transmiten un Madrid - Barça de la Copa de Europa. El Barça pasaría aquella eliminatoria y llegaría por primera vez a la final, en Berna, donde...bueno, no hace falta hablar de lo que pasó.
Poco a poco, el diario se va volviendo una referencia obligada para Emilio. Tiene conversaciones con él e incluso le pide perdón cuando se salta un día.
Llega el año nuevo, 1961. Y los Reyes Magos le traen una máquina de escribir. Entre esto y el invierno, frío y lluvioso, Emilio se va aislando del mundo y volcando más en su diario. Cada vez es más íntimo y atormentado.
Emilio le da muchas vueltas a todo, hasta un punto obsesivo. Uno de los temas recurrentes es el de sus dudas respecto a Dios.
De hecho, Emilio a menudo menciona el internado religioso en el que estudió. Habla de los curas, de los castigos que le infligían, y cuenta que allí vió “demasiadas cosas”, aunque nunca llega a concretar.
En varias ocasiones Emilio contempla que alguien lea su diario en un futuro. Es uno de los motivos por los que he decidido publicar fragmentos. Pero un día, el 6 de mayo, especifica que quiere que esa página concreta sea confidencial. Lo he respetado: no voy a contar lo que dice.
Por cierto, ¿recordáis al señor que conocí en el puesto, el que compró el magnetófono de Emilio? El hombre no tenía intención de dedicarse a ello todavía, pero leyendo el diario me picaba tanto la curiosidad que le insistí, y lo puso en marcha. Y me envió esta nota de voz:
Dura casi media hora, en la que Emilio, que era químico, explica las características de los elementos de la tabla periódica, uno a uno. Es muy curioso escuchar su voz. En el diario, la química le sirve a Emilio para interpretar algunos aspectos de la vida. Como el amor.
Y hablando de amor, vamos ya al que es, sin duda, el tema estrella del diario: Mari, la prima hermana de Emilio.
Mari Carmen tiene 17 años y vive en Monzón (Huesca). Se vieron por última vez en el pueblo y desde entonces han mantenido una relación epistolar.
Aunque al principio se lo niega a sí mismo y habla de amistad, muy pronto se hace evidente que Emilio está enamorado de su prima Mari.
Emilio escribe cartas a Mari casi todos los días. Pero ella no sigue el mismo ritmo y él empieza a obsesionarse.
Y entonces, Emilio tiene una idea. Quiere invitar a Mari a visitar Barcelona en verano.
Tras darle muchas vueltas, Emilio se arma de valor y le manda la carta de invitación a Mari. Pero pasan los días y no hay respuesta. Y Emilio se desespera.
Y por fin, llega la respuesta. ¡Mari ha dicho que sí!
Falta mucho para que llegue el verano y Emilio no deja de pensar en la visita de Mari. Incluso imagina y ensaya el diálogo que tendrá con ella cuando baje del tren.
Emilio cuenta los meses, las semanas y los días que faltan para ver a Mari. Lo tiene todo previsto, incluso el itinerario de la visita a la ciudad.
Y por fin, llega el día. Emilio escribe una última entrada antes de salir hacia la estación. Tras mucho tiempo de espera, ya solo quedan unas horas para ver a su prima Mari.
Y tras estas líneas, y después de diez meses ininterrumpidos de diario, llegan dos semanas de silencio.
¿Subió Mari a ese tren? ¿Qué pasó cuando llegó? ¿Qué habrá pasado estos quince días?
Hasta que al final del verano, escribe esto:
A la mañana siguiente, Emilio y Mari visitaron la ciudad. Fue un día feliz para Emilio.
Tras unos días en Barcelona, Emilio, su madre y Mari viajaron al Pirineo Aragonés. El plan era que a la vuelta, Mari se quedara ya en Monzón y madre e hijo volvieran a Barcelona.
Emilio se pasó todo el viaje dándole vueltas a si tenía que decirle a Mari lo que sentía por ella.
Y finalmente llegó el día de la separación. Emilio y su madre iban a subir al tren de vuelta a Barcelona. En la estación tuvo una última oportunidad.
La vuelta a la rutina, en septiembre, fue dura para Emilio. A pesar de su insistencia, las cartas de Mari se fueron espaciando durante el otoño y los lamentos de Emilio se fueron agriando.
Y poco después, ya en invierno, el diario se acaba. No hay despedida. Simplemente se acaba. Puede ser que las hojas se perdieran en todo el proceso, o puede ser que Emilio se cansara.
En cualquier caso, el deseo de Emilio -lo dice en varias ocasiones- era que Mari leyera algún día las páginas del diario. Pero casi sesenta años después, los papeles habían aparecido en el suelo de un anticuario. Así que probablemente Mari nunca lo vio.
¿Qué habrá sido de ella? Me propuse encontrarla para entregarle el diario.
Mari era prima hermana de Emilio por parte de la madre de él, con lo que las tres pistas eran:
El segundo apellido: Paniello.
La edad: algo más de setenta.
El pueblo: Monzón, en Huesca.
Me puse a hacer llamadas a gente del pueblo.
En una de ellas me hablaron de una persona que podía cuadrar con el perfil. Así que llamé. Y…
¡Era ella! Charlamos un rato y me contó la historia de su vida. Mari siempre supo que Emilio estaba enamorado de ella, pero no era correspondido. Para ella era su primo hermano, y le tenía cariño, pero nada más.
Mari se casó con otro hombre en 1967. Hicieron el viaje de novios a Catalunya. Y claro, visitaron a sus primos. Le presentó su marido a Emilio, y antes de irse se dieron un abrazo. Fue la última vez que se vieron. Mari y su marido se fueron a vivir a Bilbao y tuvieron tres hijos.
Desde que Mari Carmen se enteró este año de que Emilio había muerto, tenía una espina clavada: no conservar ningún recuerdo de su primo. Estaba en mis manos solucionarlo, así que fui a verla para regalarle el diario.
Y por fin, tras casi seis décadas, el diario está ya donde le corresponde: en manos de su protagonista.
Fin.
¡Nos vemos en el próximo hilo!
Mientras tanto, aquí tenéis otros:

Galo:
La Sagrada Familia:
El negativo:
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