Era por el color de su rostro, que se encendía cada vez que apaleaba (con o sin excusa) a un prisionero hasta dejarlo inconsciente.
Los símbolos no eran lo suyo: prefería defender al apartheid por la vía de los hechos.
A pesar de ser un guardia veterano (tenía más de cuarenta) nunca había sido ascendido.
Vivían en habitaciones poco más grandes que las celdas y estaban atrapados en una isla inhóspita durante turnos de dos semanas.
Sí lo hay, y varios, de carceleros.
Sin embargo, los presos apostaron el todo por el todo.
Así que los presos políticos (varios de ellos notorios intelectuales) le propusieron ser sus maestros.
No sólo les agradeció su ayuda.
También les pidió (¿y quién puede dudar de su sinceridad?) perdón.
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Isaacs, Sedick. Surviving in the Apartheid Prison: Robben Island: Flash Backs of an Earlier Life. 2010
Korr, Chuck & Closer. More Than Just a Game: Soccer vs. Apartheid. UK, 2009