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España, en lockdown. Israel, de camino. UK promueve el contagio. En EEUU, el caos. En México, la nada o la catástrofe. Abro hilo.
Yo hablo con mis familiares médicos y Rosalba, la bióloga molecular que conocí gracias a Roberto A. Lo único que me ha quedado claro: TODO en torno a Roberto A. es singular (y ahora les cuento porqué).
En Israel por ejemplo monitorean a los pacientes con tecnologías sacadas de libros de ciencia-ficción. Como esta: tytocare.com
Mi sobrino me cuenta que recién inauguraron la sala de cuidados intensivos de Coronavirus en Hadassah, el hospital donde hace la residencia:
Áreas blancas, grises, y negras para contaminación, con toda máquina dentro de la unidad (diálisis, circulación extra-corpórea, máquinas de ventilación, Rx, robots para exámenes de sangre), y computadoras con cámara para video-conferencia para que nadie tenga que entrar o salir.
Pero aún con mis hermanos, uno médico y el otro odontopediatra, uno inmunodeprimido, otro asmático, y recluídos y mi sobrino en Israel, me siento un poco desorientado.
Y luego veo las barbaridades de nuestro subsecretario de Salud Gatell y su “Fuerza Moral”, yo quiero saber si en México estamos jodidos o no tanto. Y luego cuando vi a la policía española obligando a la gente a meterse en sus casas, me preocupé. Y llamé a Rosalba.
Quizá recuerdes que Rosalba es esa joven estudiante de biología molecular y genética que trabaja para mi nuevo cliente, el peculiar empresario Roberto A. Sí, la misma que nos acompañó en helicóptero a Punta Mita y me llevó al Nido de Quetzalcóatl.
<NOTA: no importa si no has leido los hilos anteriores. Puedes acabar este y leerlos después. Los recomiendo.
Este es el primero:
Es es el segundo: >
“¡Hey! ¡Hola, Dany!”, me contestó con Mein Herz brennt de Rammstein sonando al fondo. Pensé que era un… intrigante gusto musical para una joven así. Me pregunté si sería sólo por la música o también entendía la letra, pero dije:
“¡Hola, Rosalba! Uh… Oye, tú que estás metida en eso… ¿se oye algo por la universidad o por ahí de lo del coronavirus? Ya sabes, algo que no le esté llegando al público o…”. Ella se rió y dijo:
“-Eres la persona nº 28 que me llama hoy. Qué va, ¿qué nos van a contar a nosotros que no lo haya publicado ya la OMS o todos los demás? Lo que sí puedo decirte es que este virus es buen chico.”
“-¿Buen chico…?” pregunté.
“-Sí. Es un poco agresivo pero se comporta como una epidemia normal. No está haciendo nada fuera de lo común. Nada que te haga levantar la ceja y preguntarte WTF, ¿me entiendes?”
“-No, la verdad no”.
“Por ejemplo, uno que apareciera de pronto en muchos sitios a la vez. Eso sí me cagaría de miedo. Sobre todo si cuesta categorizarlo o se acelera deprisa. Querría decir que es de incubación larga, que ya se extendió por el mundo y que viene una avalancha de algo desconocido.”
“-Puta”, me estremecí.
“-Oh sí. Y muchos otros, hay cosas por ahí que… ¡paqué te cuento! Pero este no. A ver, no quiero quitarle importancia, nos contagiaremos muchos, morirá gente, sobre todo gente mayor o delicada de salud… pero no es una plaga bíblica, ¿OK?"
“-Bueno, me tranquilizas. Porque veo que en España, en Italia, en Israel están tomando medidas duras y el gobierno de aquí…”
Me interrumpió:
“Los gobiernos de aquí, este o los de antes, no harían más que pendejadas aunque regresara la peste negra".
Me reí. Y siguió:
"-Estarían demasiado ocupados mirando a ver a quién pueden culpar. Pero no creo que sea el caso. Además, te puedo decir que al virus no le gusta el calor”
“-Sí, algo he oído”, recordé. “Un virus de clima frío, ¿no?, como un resfriado…”
“Tiene toda la pinta. Lo detectaron el 1 de diciembre en Wuhan. En Wuhan, en diciembre, la temperatura media diaria es de 6.2°C y por las noches puede bajar a –10°C. Se ha extendido por Europa, por el Hemisferio Norte, siguiendo el invierno…”
“-Sí, he visto mapas”, dije. “Y hay mucho menos en el Hemisferio Sur porque es verano, ¿no?”
“Exacto. Y en la India debería haberse extendido como el viento… ya sabes por la cantidad de gente. Pero no lo ha hecho. Aquí en México mientras se mantenga el buen clima y si no muta…”
“Pero oye, Rosalba… en Rusia debe estar haciendo un frío del carajo, tiene frontera con China y está casi limpia también, ¿no? ¿O es que el gobierno de Putin está ocultando…?
Rosalba volvió a interrumpirme con una risilla irónica, diciendo:
“Los rusos y los gringos saben de… ciertas cosas que no sabe nadie más.”
“Ajá. ¿Y por qué en EEUU sí hay muchos casos? ¿Es porque el gobierno de Trump está haciendo pura politiquería en vez de…?”
“Sí pero sobretodo porque los rusos tienen una defensa epidemiológica afilada como una navaja. Cuando Moscú manda órdenes, hasta los bebés dejan de gatear. En US les repele que el gobierno federal tome el mando. Aman tanto sus supuestas libertades que cada uno hace lo que quiere"
“Son un poco así, sí. Bueno, Rosalba, no te molesto más, y perdona, ¿eh?”
“¡Para nada, Dany!”, dijo ella y colgó con Feuer Frei! de banda sonora.
No sé si me quedé muy tranquilo pero decidí olvidarme de momento y me puse a leer Twitter.
Apenas 20 minutos después, Rosalba me sorprendió devolviéndome la llamada.
“¡Dime, Rosalba!”
“Hey, Dany. ¿Quieres que te enseñe algo curioso?”
Casi me reí:
“¿Roberto y tú siempre me van a enseñar cosas curiosas?”
Rosalba rió también, con risilla de niña traviesa —obvio, es muy joven— y dijo:
“Somos gente curiosa. ¿Te molesta o qué?”
“Para nada”
“OK. Entonces nos vemos en la Condesa dentro de… ¿media hora? Ahora te mando la dirección de un café que es como coworking y que tiene buen wifi”
“¿Media hora? Ok. Un poco apurado pero… ¿qué quieres enseñarme?”
“¿No te interesaba el coronavirus? Pues vas a ver algo que muy poca gente puede ver.”
Merde, ¿cómo negarse a algo así? Me puse guapo rápidamente y me fui caminando al café.
Mientras caminaba me preguntaba si este sol estaría matando el virus y si Rosalba me estaba tratando de ligar y si si no me estaba gustando la serie de Hunters porqué seguía viéndola y si los perros les molesta que los miren mientras hacen sus cosas.
Al llegar, Rosalba ya me estaba esperando sentada en una mesa para dos alejada de todas las demás .
<Sigo en unas horas>
<Seguimos>
Y ahí estába Rosalba. Vestida con unos jeans y tenis como la última vez, camiseta en vez de suéter, la cabellera muy negra en dos largas trenzas. Tenía una laptop abierta y un jugo sobre la mesa.
Apenas me vio, sonrió y me hizo un gesto con la mano para que me sentara a su lado. Es linda, la linda. Lástima ser tan viejo, etcétera. Tomé asiento preguntando:
“A ver, ¿qué es eso tan curioso que vas a enseñarme?”
Rosalba señaló a la pantalla. No supe qué estaba viendo.
Tenía abierta una aplicación totalmente desconocida para mí. En el centro, un mapa de México y las regiones fronterizas vecinas. A ambos lados, complejas referencias y tablas de datos.
Dijo, sin más: “Vamos a ver cómo se diseminaría el SARS-CoV-2, o sea el COVID-19, si ahora mismo aterrizan 20 turistas infectados en Cancún.”
“¿Ese programa puede hacer eso?”
Rosalba se rió mientras seleccionaba parámetros en la aplicación:
“No, la verdad es Sim City y vamos a construir el Tren Maya en Florida”
“No te burles de mí”, le reproché de broma.
Ella volvió a reír, parametrizando sin parar. Sus dedos finos seleccionaban opciones y tecleaban datos como… bueno, pues... como una científica.
Vino un mesero y le pedí una cerveza. Rosalba hizo una pausa, dudó, decidió: “Tomamos el modelo meteorológico de… sí, la NOAA, suponemos que… la mitad de los turistas infectados se quedan en la Riviera Maya… la otra mitad se van a visitar... Teotihuacán en vuelo doméstico y…
…autobus… pasando por el aeropuerto de la CDMX…”
“Ese programa es muy completo, ¿no?”, dije, sirviendo mi cerveza.
“Sí, no está mal”, dijo ella, y siguió: “Uno se pone sintomático en Teotihuacán, lo llevan a este hospital de aquí… y… vamos a ver qué pasa.”
Rosalba le dio al botón de “Ejecutar.” Al principio no pasó nada. Ella tomó de su jugo, mirándome. Me puse nervioso. Entonces, en el mapa apareció una diminuta mancha verde sobre Cancún. Acto seguido se dividió en otro más pequeño y 10 puntitos.
Los 10 puntitos comenzaron a extenderse hacia la Riviera Maya. La mancha pequeña saltó rápidamente al aeropuerto de la CDMX. Mientras lo hacía, creció. Rosalba dijo, señalando con su jugo en la mano:
“¿Ves? Los 10 turistas que vuelan a Teotihuacán ya están infectando a otros pasajeros en el avión.”
“¿Y los que van a la Riviera Maya no?”
“No, porque he programado que van solos. Como si fueran en coches rentados. La escala de tiempo es una hora por cada minuto de ejecución.”
“Fascinante”, dije, y lo era de verdad. Cuando el avión imaginario aterrizó en la CDMX, de la media mancha se desprendieron cuatro puntitos más. Rosalba explicó: “El grupo de turistas sigue junto para tomar el autobús. Los otros son los que se contagiaron en el avión.”
Seguimos mirando a la pantalla. El imaginario grupo de turistas se fue hacia Teotihuacán. Los demás puntitos seguían sus propios caminos y, de vez en cuando se duplicaban.
Pregunté: “¿Hasta qué punto es realista esto?”
Ella contestó: “Es una simulación bastante realista. No te diré que representa exactamente la realidad, pero la realidad debería caer dentro de sus rangos de probabilidad.”
Los puntitos seguían moviéndose y, aquí y allá, duplicándose. Rosalba me hizo observar: “Fíjate cómo las tasas de contagio aumentan en los lugares donde se junta la gente: trabajos, transporte público, restaurantes… Pero es curioso. No lo está haciendo muy deprisa.”
“¿No?”, pregunté sin entender.
“No. A este ritmo, estaríamos muy por debajo de lo de Italia, España…”
“¿Por el calor?”
“Probable. Mira, ahí va el que se puso sintomático en Teotihuacán. Ya lo llevan al hospital.”
Miré. Ese puntito verde se había vuelto amarillo. Por el camino, creó otro puntito verde. De pronto, caí en algo:
“Oye, ¿esto tiene en cuenta a los ciento treinta y pico millones de mexicanos?”
“Sí, trabaja sobre una estimación razonable de toda la población mexicana y transfronteriza, su edad, sus hábitos, su estado de salud… No puede ser exacto, por supuesto, pero es una aproximación bien documentada.”
“Ajá. ¿Y qué pasa si bajamos la temperatura 1.96 grados?”
“¿Para? ¿Así, a lo bruto? El modelo climático no sería realista.”
“No importa. ¿Puedes bajarlo?”, insistí.
Rosalba se alzó de hombros mientras contestaba:
“Sss-sí. Sí, claro, no hay problema. ¿1.96 grados?”
Y lo bajó.
<Sigo mañana>
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