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MÁS PERLAS que NO vimos en la escuela acerca del mitificado y sobrevalorado Bolívar:

«En Los Cayos, el general Bolívar y yo vivimos bastante tiempo y fuimos muy cercanos. Un día nuestra conversación era sobre el general Mariño y él me dijo riéndose “Oh, yo desprecio a Mariño, es
un idiota y no es capaz de comandar ni cuatro hombres.” Mariño entró justo en ese instante, Bolívar lo recibió en la puerta y lo abrazó enérgicamente como si fuera un apreciado amigo y nos quedamos todos juntos como una hora o más».
«La masacre final de los prisioneros,
después de la batalla o durante el repliegue, es completamente aprobada por Bolívar, quien se ha acostumbrado a atestiguar esas escenas de carnicería».
«Bolívar cuando es victorioso, difiere no sólo circunstancialmente del Bolívar en la adversidad, sino que es otra persona.
Cuando es victorioso, es vanidoso, arrogante, de mal corazón, violento; al mismo tiempo, la más pequeña de las circunstancias enciende la desconfianza de su autoridad y termina arrestando y algunas veces condenando a pena capital a todo aquel de quien sospecha. Así que en gran
medida, él oculta estas fallas por medio de la cortesía de un hombre educado en el llamado beau monde. Estas características se manifiestan en sus ataques de ira, pero sin embargo, no se manifiestan a menos que esté seguro de tener la fuerza de su lado, es decir las bayonetas a
sus órdenes. Cuando él se encuentra en adversidad y sin apoyo exterior, tal como lo estuvo de 1813 a 1818, él es perfectamente libre de cualquier ira o violencia de temperamento. Usualmente se vuelve tranquilo, paciente, dócil e incluso sumiso. Aquellos que lo han visto cambiar a
través de los tiempos estarán de acuerdo en que no he exagerado esta descripción. Los defectos predominantes de la personalidad del general Bolívar son ambición, vanidad, sed por el poder absoluto e indivisible y una gran disimulación. Es muy astuto y entiende a la humanidad
mucho mejor que todos sus coterráneos; él hábilmente voltea cualquier circunstancia a su propia ventaja y no escatima ningún esfuerzo para ganarse a aquellos que él sabe le pueden ser útiles en el momento. Él es eficiente en ofrecerles pequeños servicios, los adula, les hace
promesas brillantes, les hace creer que sus sugerencias son útiles e importantes y que está listo a seguir sus consejos. Una tercera persona le sugiere algo o se encuentra con algún éxito inesperado e instantáneamente regresa a su verdadera personalidad y se vuelve vanidoso,
arrogante, enojado y violento, se olvida de todos los servicios y obligaciones, habla con desprecio de todos los que adulaba y si no tienen ningún poder, los abandona, pero siempre manifiesta una disposición para evitar a aquellos que él sabe que lo pueden enfrentar y resistir».
«La disposición del general Bolívar con relación al dinero es lo opuesto a la avaricia y generalmente se le considera como alguien muy generoso. Su disposición en este aspecto no puede ser mejor descrito diciendo que si él tuviera cien mil libras hoy, él no tendría ni un céntimo
mañana. Pero él rara vez da dinero a aquellos que están en necesidad o aquellos que por delicadeza se abstienen de pedirlo, él lo distribuye abundantemente entre sus aduladores».
«El general Bolívar ha sido comparado con Napoleón Bonaparte. Bolívar en sus proclamaciones imita
o se esfuerza por imitar el estilo de Napoleón. Él comenzó con una pequeña guardia personal y después la aumentó inmensamente, tal como Napoleón. Él es ambicioso, absoluto y celoso de su comando, tal como Napoleón. En eventos públicos él se viste simplemente, mientras que todo a
su alrededor es espléndido, tal como Napoleón; y también se mueve rápidamente de un lugar a otro, tal como él. Con respecto
a los talentos militares y administrativos, no hay ningún parecido entre ellos».
«El coronel Hippisley dice: “Bolívar es una imitación de un gran
hombre. Él aspira a ser un segundo Bonaparte en Sur América, sin poseer ni un solo talento para los deberes del campo de batalla o de la administración. Él quisiera ser el rey de Nueva Granada y Venezuela, sin el talento para comandarlas y sin importancia o las habilidades para
asegurar o mantener la posición tan alta a la cual su ambición aspira más. En la victoria, en prosperidad transitoria, él es un tirano y muestra los sentimientos y la bajeza de un advenedizo. Él de repente tiene actitudes de rencor y en un momento se vuelve como un loco y, perdón
por la expresión, un blackguard (hombre soez), se lanza sobre su hamaca (la cual siempre permanece colgada para su uso) y profiere maldiciones e imprecaciones contra todos a su alrededor, de la forma más repugnante y diabólica. En la derrota, en peligro, en repliegue, él se
siente confundido, acosado y desestimado aun por él mismo,
desalentado por los desastres, los cuales él no tiene la habilidad o la fuerza de su mente para enfrentarlos, aliviarlos o acabarlos. En este estado él se me apareció en el repliegue hacia y desde San Fernando, cuando
él reflejaba una imagen de miseria y desesperanza. Él no tiene ni los talentos ni las habilidades de un general y especialmente de un comandante-en-jefe. Los numerosos errores que ha cometido a través de todas sus campañas durante los últimos ocho años, HAN DESOLADO CASI POR
COMPLETO A TODAS LAS PROVINCIAS Y ANIQUILADO A LA POBLACIÓN. Las repetidas sorpresas recibidas del enemigo (ya van siete), son la prueba de mi afirmación y créanme al declarar que cualquiera de éstas hubiera sido indignante incluso para un cabo. Tácticas, movimientos y maniobras,
son tan desconocidas para él tal como para un soldado del más bajo rango. Él desconoce completamente toda la idea de regularidad, sistema o la rutina común de un ejército o incluso de un regimiento. Debido a esto es que surgen los desastres y las derrotas que sufre, viéndose
obligado a retirarse constantemente. La victoria que él obtiene hoy, aunque a un costo muy alto (de la cual la lista de muertos y desaparecidos, si es que mantiene tales detalles, debe convencerlo), es perdida mañana por alguna falla o negligencia evidente por parte de él mismo.”
«Estos párrafos citados son suficientes para confirmar lo que he dicho en el curso de estas memorias sobre el general Bolívar y sus tropas, pero podría citar a muchos autores más».

Henri Louis Ducoudray Holstein (1772 - 1839)
Obra: “Memoirs of Simon Bolivar and of his principal generals,” Boston, 1828, Londres, 1830, Berlín, 1830, París, 1831

X. P.
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